Los pacientes siempre les dicen a los médicos como harían su trabajo, "Pongame una tirita y mándeme a casa". Es fácil sugerir una solución cuando no sabes mucho del problema, cuando no comprendes lo que se esconde tras él o no sabes lo profunda que es la herida. Como médicos, como amigos, como seres humanos, intentamos hacerlo lo mejor que podamos. Pero la vida está llena de giros inesperados, y justo cuando vuelves a sentirte seguro, la tierra que hay bajo tus pies, se desplaza y caes al suelo. Si tienes suerte, terminas con heridas superficiales, herdidas que pueden cubrirse con una tirita, pero algunas heridas son más profundas de lo que parecen y requieren más cuidados.
A algunas heridas hay que quitarles la tirita, dejar que respiren, y esperar un tiempo para que se curen.