"La primera vez que vi a Jennifer sabía que ella era la elegida. Yo sabía, al igual que mi papá cuando le contó a sus hermanas en el invierno de 1951 después de conocer a mi mamá por primera vez, “La encontré.”
Un mes más tarde Jen consiguió un trabajo en Manhattan y dejó Cleveland. Yo iría a la ciudad a ver a mi hermano, pero realmente quería ver a Jen. En cada visita mi corazón le gritaba a mi cerebro “Le digo!” Pero no podía reunir el valor para decirle a Jen que no podía vivir sin ella. Mi corazón finalmente se impuso y, como un chico de escuela, le dije a Jen “Estoy enamorado de ti.” Para el alivio de los latidos de mi corazón, los ojos hermosos de Jen se iluminaron y dijo: “¡Yo también!”....
Seis meses más tarde, recogí mis pertenencias y viajé a Nueva York con un anillo de compromiso quemando un agujero en el bolsillo.Cinco meses más tarde Jen fue diagnosticada con cáncer de mama. Recuerdo el momento exacto… La voz de Jen y la sensación de entumecimiento que me envolvía. Ese sentimiento nunca se ha ido. Nunca voy a olvidar cómo nos miramos a los ojos, el uno sostuvo las manos del otro. “Estamos juntos, vamos a estar bien.”
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Jen me enseñó a amar, a escuchar, a dar y creer en los demás y para mí. Nunca he sido tan feliz como lo fui durante este tiempo.
A lo largo de nuestra batalla, tuvimos la suerte de tener un fuerte grupo de apoyo, pero aún luchaba por conseguir que la gente entienda nuestro día a día la vida y las dificultades que enfrentamos.
Jen tenía un dolor crónico de los efectos secundarios de casi 4 años de tratamiento y medicamentos.
A los 39 años Jen comenzó a usar un caminador y estaba agotada de estar constantemente al tanto de todos los golpes y moretones. Estancias hospitalarias de más de 10 días no era raras. La frecuentes visitas al médico eran debido a batallas con las compañías de seguros. El miedo, la ansiedad y las preocupaciones eran constantes.
Lamentablemente, la mayoría de la gente no quiere escuchar estas realidades y en ciertos puntos sentimos nuestro apoyo desvaneciendo. Otros sobrevivientes de cáncer comparten esta pérdida.
La gente asume que el tratamiento te hace mejor, que las cosas se hacen bien, que la vida vuelve a la “normalidad”. Sin embargo, no existe una persona normal con cáncer en la tierra. Los sobrevivientes de cáncer tienen que definir un nuevo sentido de la normalidad, con frecuencia diaria. ¿Y cómo pueden los demás a comprender lo que teníamos que vivir todos los días?